La producción del cuerpo maquilador y sus efectos en la salud de las trabajadoras
¿Por qué después de 500 años de dominio del capital, a comienzos del tercer milenio aún hay trabajadoras que son masivamente definidas como pobres o brujas?
Estas son algunas de las preguntas que se hace la feminista italiana Silvia Federici en la introducción a su libro Calibán y la Bruja. En esta obra analiza la violenta separación del espacio público del privado/doméstico, del mundo de la producción y la reproducción, así como las jerarquías y opresiones que esta operación genera para la vida de las mujeres. Reivindica el valor históricamente expropiado al trabajo reproductivo y aquellas tareas asociadas al cuidado de los otros, separándolas del universo del trabajo valorizado y perpetuando un imaginario social que se resiste a otorgar reconocimiento monetario y simbólico a esa manifestación de la fuerza de las mujeres.
Lo que oculta aquella vieja operación es que el trabajo que hacen las mujeres de manera gratuita es la base sobre la que se sostiene el capitalismo. Sin embargo, no es un fenómeno nuevo que la mayoría de las mujeres trabajan fuera de sus casas y por tanto asumen roles en el espacio público; trabajando, organizándose, participando en política, en el sindicato, pugnando por mejoras en las condiciones de esta incorporación.
Así, cargando a sus horas las dobles jornadas del trabajo público y el reproductivo así como sus efectos en esta “doble presencia-ausencia” en este estar y no estar en los dos ámbitos que las convierte en “trabajadoras atípicas y amas de casa culpabilizadas”.
Autor/a: Centro de Derechos de Mujeres
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Fecha de publicación: 26 abril, 2018